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Marzo 13, 2009

Gilles Larrain: Retratos flamencos de un alma gitana

Por ELISEO CARDONA
Gilles Larrain

Tres razones rigen la vida de Gilles Larraín: la curiosidad, la pasión y el amor. Son los mismos impulsos que laten en el corazón del flamenco, un mundo que el fotógrafo aprendió a amar hace varias décadas para descubrir otra identidad, y de paso abrazar la certeza de que nadie es ajeno a una cultura que no es la suya cuando la vive en carne propia.

Así lo consigna en una de sus peremnes exhibiciones: “Flamenco: paisajes del alma”, que ha sido presentada en varias partes de Estados Unidos y Europa.

“El flamenco se siente de manera visceral, porque es una cultura de la piel, ligada a la tierra, al cante, a contar las penas del alma pero también las alegrías”, dice Larraín. “Pero el flamenco es sobre todo una manera de pensar y de vivir, de una sencillez que desarma y de una riqueza que alucina”.

El Centro Cultural Español de Cooperacion Iberoamericana de Miami —en esencia, una embajada cultural del gobierno español— presentó la exhibición el año pasado como parte de su siempre rico programa de actividades. Nadie que acudió a ver las fotos colgadas en la sala principal del centro en Coral Gables podía dejar de apreciar esa dualidad: la simpleza de las formas, la complejidad del mensaje. Tomadas en su mayoría en 1983, son fotos que muestran los momentos íntimos de músicos y artistas que merecen una mayor exposición y, sin duda, un mayor respeto de los oyentes.

“Yo quería mostrar la cultura como se la vive en Sevilla, transmitida de generación en generación, como el pan que se reparte en la mesa y da sustento a la vida.”
“Todavía, porque aunque el flamenco no es lo que era hace 30 años, muchos de los artistas y cultores viven en una suerte de gueto”, dice Larraín. “Además, hay todos unos conceptos que no explican bien la cultura flamenca. No fui a retratar con un propósito específico, pero al ver las fotos con el tiempo me doy cuenta que buscaba mostrar ese mundo sin los clichés que se le atribuyen”.

Muchos de los retratos pertenecen a figuras seminales de la cultura musical flamenca: Mario Maya, Miguel el Funi, El Chocolate, El Farruco, Carmen Segura, Fernanda Romero o Cristina Hoyos, entre muchos otros. La cámara de Larraín los capta en la intimidad, en poses que el ojo asocia con la cotidianidad, con el diario quehacer de sobrevivir.

De hecho, son fotos que enriquecen la tradición de la fotografía musical, en donde se capta lo cotidiano del genio que al entrar en trance con el arte, se engrandece. En este sentido las fotos de la exhibición están a la altura de las mejores de Herman Leonard o William Claxton.

“Yo quería mostrar la cultura como se la vive en Sevilla, transmitida de generación en generación, como el pan que se reparte en la mesa y da sustento a la vida; como algo sagrado sin la solemnidad de lo religioso. El flamenco es una celebración de la vida, de la vida gitana”.

Larraín no precisa el momento en que se enamoró de la cultura flamenca. Pero al realizar un viaje a Sevilla en 1983 para cumplir un encargo de la revista GEO, descubrió que había llegado a casa. Ya conocía ese mundo de manera íntima y carnal al viajar a Sevilla varias veces en motocicleta desde París, donde a la sazón estudiaba arquitectura y encantaba a las fiestas con su guitarra flamenca.

“Conocía los distintos palos de la música y podía tocar más o menos de manera decente”, explica. “Pero en ese viaje, yo quería meterme de lleno en la gitanería, algo que me resultó difícil porque los gitanos desconfían de todo lo foráneo. Hasta que conocí a Paco Lira, dueño de La Carbonería, una taberna donde la música cobraba vida. Paco me escuchó llevar un compás y abrió la puerta a ese mundo. De dos semanas que pensaba quedarme, terminé pasando en Sevilla dos meses”.

La vida de Larraín tiene algo también de gitanería. Nacido en Da Lat, Vietnam, su padre, que provenía de la aristocracia chilena, se hizo pintor y viajó el mundo como diplomático y coleccionista. Su madre, una francesa vietnamita, era pianista concertista que inculcó en el hijo un profundo amor por la música y los viajes.

Larraín estudió arquitectura y arte en París, y experimentó con la pintura y las instalaciones. Pero en la fotografía descubrió su identidad. “Mi formación es multicultural, pero en la fotografía podía reunir todas las artes en una expresión”.

Por su taller en Nueva York han pasado toda clase de personajes: Salvador Dalí, Miles Davis, John Lennon y Yoko Ono, entre otros. Al principio acudían en plan de negocios y terminaban quedándose a cenar, a tomar vino y a escuchar a música, llevándose la llave de la palabra que permite volver a una casa recién adoptada. Por allí también han pasado casi todos los personajes del flamenco, convencidos de que han de retratarse por alguien que los conoce y los quiere.

“Si me lo preguntas, en estas fotos hay un cariño mutuo: yo que los amo por la gran cultura de la que son creadores y ellos porque han sentido que me entrego con devoción. El flamenco también es eso: la vida vivida con intensidad”

MARIO MAYA